domingo, 26 de octubre de 2014

El peor crimen perpetrado contra un individuo en la historia de Indiana

Lo sé, pensáis que me he quedado un poco corto con el título, y que éste serviría para el titular de un diario de provincias, pero no es cosa mía, como el peor crimen perpetrado contra un individuo en la historia de Indiana se conoció al crimen de Sylvia Likens, tal día como hoy en 1966, en Indianapolis, en el estado de Indiana en los Estados Unidos.
 
Si pensábais que habíais visto todo ya en cuánto a la crueldad humana, quizá esta historia todavía os sorprenda, porque en esta ocasión, la realidad supera a la ficción, y es que no hay una cabeza pensante tan macabra, así os lo digo.
 
En junio de 1966 el desavenido matrimonio de circenses que trabajaban en Florida decidió dejar a cargo de Gertrude Baniszewski a dos de sus hijas, Sylvia Likens de 16 años y a su hermana Jennifer, que padecía poliomielitis desde los cinco años lo que le había dejado en mal estado una de sus piernas. Los Likens llevaban años sin ser un matrimonio, habían tenido cinco hijos de los cuales cuatro eran mellizos y durante largas temporadas trabajaban fuera por lo que no podían atender a las chicas. Conocieron en la iglesia a Gertrude Baniszewski, una señora de 37 años que aparentaba muchos más, a la que confiaron a sus hijas a la razón de 20 dólares semanales que a Gertrude le hacían mucha falta.
 
Gertrude Baniszewski había tenido una vida complicada. Cuando tenía 11 años su padre falleció de un ataque al corazón delante de ella, y cinco años después decidió dejar los estudios y casarse, parecía que la vida le sonreiría y encontró a un diputado, John Baniszewski con el que se casaría y tendría seis hijos, Paula, Stephanie, John, Marie, Shirley y James Baniszewski. El matrimonio duró diez años, y luego se divorciarían debido al carácter del diputado. Conocería años después a Dennis Lee Wright un joven de 23 años con el que decidió irse a vivir y que la dejó nuevamente embarazada, fruto de esta relación nació su hijo Dennis Lee Wright Jr, pero el padre de la criatura los abandonaría nada más nacer, solamente acudía a visitar al niño para intentar sacarle algo de dinero a Gertrude. Así pues, separada con siete hijos a su cargo y un chulo que la traía por el camino de la amargura, decidió que a cambio de 20 dólares semanales podría cuidar de dos chicas más, porque ya puestos....
 
Y todo parecía ir bien, al menos los primeros días, porque Sylvia y Jennifer se integraron muy pronto a su nueva familia postiza, colaborando en las labores del hogar. Pero no pasó ni una semana cuándo el primer comportamiento anómalo. Gertrude debería haber cobrado los 20 euros semanales, que por alguna razón tardaron en llegar, Gertrude llevó a las chicas al sótano, las desvistió y las azotó con una pala, su comentario fue "Bien, perras, he cuidado de vosotras una semana para nada". Cómo Jennifer, la pequeña sufría la polio, su hermana Sylvia propuso que mejor la golpeasen a ella, para evitar un mal mayor a su hermana. Finalmente el dinero llegó, y pocos días después también la visita de los padres de las chicas, que no vieron nada raro por lo que volvieron a sus actividades circenses convencidos de que sus hijas quedaban en buenas manos. Todo lo que ocurrió después es ya gore, así os lo digo y todo porque Gertrude veía a Sylvia como una sucia y una promiscua.
 
Después de dos días tras la visita, Gertrude observó que Sylvia se pasaba muchas horas en una tienda de comestibles, preguntó a la chica por qué perdía tanto tiempo allí y esta le contestó que ayudaba con los envases de los refrescos para sacarse un dinero extra. La respuesta de Gertrude fue contundente. Ordenó a la chica a desnudarse delante de sus hijos y de Jennifer y la obligó a introducirse una de esas botellas de coca cola por la vagina. La botella se rompió dentro ante las risas y aplausos de sus hijos mientras ella fumaba como una descosida. Los castigos continuaron, a modo de azotes con una paleta que bien se los propinaba ella o su hija Paula, una chica de unos 86 kilos de peso que disfrutaba haciendo sufrir a Sylvia. Habían decidido tenerla sin comer, y se alimentaba básicamente de galletas saladas, sobras y algún trozo de pan que robaba su hermana.
 
Pero a los castigos físicos se sumaría más gente. Entre ellos Coy Hubbard, el novio de su hija Stephanie, un chico de casi dos metros de alto y una burrada de kilos que estaba aprendiendo judo. Ante un nuevo mosqueo de Gertrude, ésta ordenó a Coy que la tirasen por las escaleras del sótano, tras la caída estuvo la chica dos días inconsciente. Una de las actividades preferidas de Coy era lanzar por el aire a la joven y darle mientras alguna patada al aire, se suponía que debería caer su cuerpo en un colchón, pero no siempre era así. Recibieron la visita del reverendo y de una enfermera, se fueron preocupados por la situación de la familia pero nunca llegaron a hacer nada, Gertrude les había dicho que Sylvia se prostituía y corrompía a sus hijos.
 
Días después, tras recibir varias patadas entre las piernas, la chica no pudo evitar orinarse encima, el castigo de Gertrude fue otra  vez una botella de coca cola y obligarla a comer sus excrementos. También baños de agua casi hirviendo, que en al menos una ocasión le costaron un desmayo en la bañera. Deshidratada y desnutrida dejó de resistirse a los castigos. El tiempo que le quedó de vida lo pasó sin ropa. John, el hijo de 13 años disfrutaba con los gritos de la muchacha mientras le daba patadas en el vientre o la cara, o cuándo le apagaba cigarrillos en los brazos o darle todo tipo de puñetazos. A la orgía macabra se unió Rick Hobbs, un chico del barrio que se había enamorado de Sylvia a su llegada pero que no fue correspondido, él junto con Coy disfrutaban atando a la joven y propinándole toda clase de golpes. Por aquellos días, Gertrude dijo a los vecinos que la llegada de Sylvia solo había traído problemas, que la chica era una prostituta bastante indomable y que había tenido que enviarla a un reformatorio. Pero la casa de Gertrude se convirtió en lugar de encuentro de muchos chicos del barrio y de sus novias, todos a torturar a Sylvia. Cuándo en el juicio les preguntaron por qué habían hecho eso y por qué no dijeron nada, se limitaron a contestar con un simple "no lo sé señor". Uno de los hechos más tortuosos fue cuándo tatuaron sobre su vientre con una aguja incandescente la frase "Soy una prostituta y estoy orgullosa de serlo". Cuándo la aguja dejó de quemar, decidieron terminar la faena con cortes.
 
Unos días antes de su muerte, Sylvia tuvo intención de escaparse, el castigo, un golpe con un palo de escoba en la cabeza que la dejó nuevamente inconsciente después de que su hermana fuese obligada a abofetearla. Paula, la hija mayor decidió que debían curar sus heridas con sal. Y Sylvia dejó de reaccionar. Cuando Gertrude se dispuso a limpiar a la chica que estaba sucia y olía mal, con una manguera que acercó desde el jardín, esta no respondió. Entonces, Rick Hobbs tuvo una excelente idea, llamar a los de emergencias, para que reanimasen a la chica y quedar como unos héroes. La policía salió asustada de allí. La autopsia desveló multitud de maltratos, sumados a los que contó su hermana Jennifer, y certificó su muerte por hemorragia cerebral, shock y desnutrición.
 
El juicio declaró culpable a Gertrude de asesinato, y le impuso de pena cadena perpétua, finalmente cumplió 20 años de prisión y salió por buena conducta, falleció poco después de cáncer de pulmón. Así mismo, su hija Paula a cadena perpetua de la que cumpliría 7 años en prisión. Coy Hubbard declarado culpable de homicidio y una pena de 21 años de prisión, entraría y saldría de prisión muchas más veces. Richard Hobbs tuvo también la misma pena que Coy Hubbard, pero su destino fue fallecer a los 21 años de un cáncer de pulmón. A Stephanie Baniszewski le cayeron 12 años de prisión y a su hermano John otros 21. John al salir de prisión se hizo pastor laico para contar su historia ¡Manda huevos!

2 comentarios:

  1. que colera!
    Mientras te leia, recuerdo una discusion que escuche entre mis padres, mis hijos van a donde yo voy, yo no me despego de ellos le dije mi madre a mi papa, cuando el sugirio que nos quedemos en casa de un tia lejana que vivia en arequipa. Y nunca nos dejaron con alguien extraño, en ocasiones estabamos al cuidado de mi abuela o mi tia que cumplian muy bien el papel de mama, pero dejarnos con un extraño, eso nunca.

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  2. Madre mía, que horror, desde el asesinato de Hello Kitty (obviamente no se puede matar a un personaje de ficción) no había leído sobre nada tan escalofriante.

    Bicos.

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