Tengo una vecina solidaria. No es una vecina de las nuevas. Qué va, si ya había hablado de ella en alguna ocasión. Es mi vecina de enfrente, la que vive puerta con puerta, la que los sábados noche conecta su home cinema, lo pone al volumen más alto jamás imaginado para ver Parque Jurásico, la primera parte, y todo para tener a sus hijos callados parte de la noche, porque es incapaz de acostarlos pronto.
Claro, no podía hablar de otra que de la vecina de los niños diabólicos que no hacen más que gritar en todo el día y ella por las mañanas les hace un zumo de naranja, que también se escucha la trituradora, les dice aquello de "venga, a tomarse el colacao". Un coñazo de vecina, también os lo digo así de claro.
La familia es peculiar. Él se pasa el día trabajando, y llega totalmente hundido todas las noches a su casa, casi arrastrando los pies. Ella tiene un trabajo seguro que mucho mejor, que le permite viajar de vez en cuando, y los niños suelen quedarse muchas veces con los abuelos. Es ahí cuando yo respiro aliviado y dejo de escuchar el jaleo. Son, por norma general muy maleducados, las cosas claras. Cuando coincidimos en el descansillo, no te creas que ni ellos, ni los niños son educados, no se les suele escapar un "buenos días" o un "hola", yo no exijo esas cosas, que cada uno allá con su educación.
Pero el post no es para criticarlos por esas pequeñas cosas entre vecinos, aunque le he dedicado gran parte de las letras a ello. El pasado sábado por la mañana, cuando volvía de hacer la compra, al lado de la puerta del edificio, dónde todavía estaban los contenedores de la noche anterior, en el suelo, estratégicamente había una bolsa de galletas surtidas, unas con muy buena pinta, todo hay que decirlo. Quién se las dejó olvidadas allí, o quién las depositó con la intención de que alguien que pasase por allí las recogiese, no contaba con que en este edificio hay gente solidaria. Y tan solidaria. Pasé de largo por las galletas, subí a casa, abrí mi ventana para que entrase hasta el último rayo de sol y me asomé al balcón. Llegaba mi vecina de enfrente. Y en un acto totalmente solidario, vió las galletas, puso cara de sorpresa, las cogió, abrió el paquete, derramó las galletas en el contenedor y tiró todo. Ni galletas para nadie que rebusque en la basura, ni para ella, ni para sus hijos, que con solo tomarse el colacao tienen suficiente.
Yo creo sinceramente que mi vecina es del PP, también os lo tengo que decir así de claro, porque con esto de la ordenanza que va a prohibir recoger residuos de las papeleras o de los contenedores que piensa sacar adelante la alcaldesa Ana Botella, pues, mi vecina o bien no quiere que multen a nadie, o bien no quiere que Madrid de esa imagen tan triste de la gente recogiendo cosas en la basura.