sábado, 22 de febrero de 2014

Estos días azules y este sol de infancia

Yo no quería dejar pasar una fecha tan triste a la par que importante para la literatura española, pues, tal día como hoy, hace 75 años nos dejaba uno de los más grandes poetas españoles, el tardío miembro de la generación del 98, Antonio Machado Ruiz, en un hotel en su exilio de Colliure, dónde reposan sus restos junto a los de su madre, fallecida tres días después.
 
Corría el año 1938, cuándo Antonio Machado, vivía en Rocafort, en Valencia, allí se había ido tras el estallido de la Guerra Civil, Machado, republicano convencido tuvo que ser evacuado de Valencia hacia Barcelona, una ciudad que no había caído en manos del bando nacional. Y en Barcelona estuvo, junto con otros intelectuales de la época hasta que la ciudad tuvo que ser evacuada bajo bombardeos de las tropas de Franco. Él, junto a su familia entre los que se encontraban su anciana madre, su hermano José y su cuñada, y también con otros intelectuales de á época, entre los que se encontraban profesores, escritores, médicos o periodistas, fueron trasladados a Girona, con el objetivo de cruzar la frontera hacia Francia, quizá para no correr la misma suerte que Lorca o Miguel Hernández.
 
Fueron unos días penosos, a finales de enero de 1939, con su madre ya muy enferma con 98 años y él también, muy deteriorado. El camión que los transportaba tuvo que detenerse a varios kilómetros de la frontera, había innumerables vehículos atrancando el camino de más gente que intentaba cruzar hacia Francia. El objetivo de Machado era instalarse bien en Francia a hacer lo que él sabía, que era dar clases de francés, o bien irse a la Unión Soviética, dónde muchos españoles eran acogidos. Durmiendo en camiones, abrigándose con mantas bajo una noche lluviosa y calentándose como pudieron con una hoguera, así pasaron su última noche en España. Dicen que finalmente el camión que los transportaba consiguió llegar a la frontera, y que allí ellos pasaron a pie. Una vez en Francia, al comisario que les atendió para recibirles, les dijeron que tratasen bien a estos exiliados, que uno de ellos era Don Antonio, uno de los poetas más importantes de España, y así fue, de allí los trasladaron expresamente a él y su familia a Colliure.
 
En Colliure la estancia de Machado fue breve, con los famosos días azules que él menciona, pero con un Machado profundamente enfermo. Se dice que murió de pena por el exilio, por ver a su España rota, por tener que abandonar a su país, por la pena de no saber del paradero de sus sobrinas, por su relación imposible con su Guiomar, como hacía conocer en los poemas a su último gran amor, Pilar de Valderrama, la poeta por la que Machado perdería el culo y que sería una relación platónica ya que ella estaba casada, por la enfermedad de su madre, el frío, el fracaso, la soledad, quién sabe. Si bien es cierto, esto todo pudo haberle afectado, lo que sí está claro es que el poeta falleció de un enfisema pulmonar, fruto de tantos años de un tabaquismo casi incontrolado. No obstante, a Machado, en alguno de los institutos dónde dio clase de francés le apodaron "el ceniciento" porque era habitual en él verle manchado de ceniza de alguno de sus cigarrillos. También era un adicto al café, se tomaba entre cinco y siete cafés diarios, y lo comento a modo de anécdota, pues en sus tiempos en Madrid acostumbraba a pasarse por el Café Comercial, en la Glorieta de Bilbao, dónde ahora guardan un sitio al que llaman La Esquina de Machado. Lo que sí fue cierto es que en sus últimos días, una gastroenteritis y una bronquitis o neumonía dejaron al poeta de origen sevillano agonizando durante cuatro días. Así fue que un 22 de febrero, un miércoles de ceniza fallecía a las cuatro de la tarde, bajo los cuidados de la dueña del hotel en el que estaban hospedados, con los gastos pagados del embajador español en París. Quisieron llevarse sus restos a París para enterrarlo con honores, pero la familia decidió que mejor reposaría allí en Colliure en una tumba que también le habían cedido, su ataúd fue cubierto por una bandera republicana y trasladado al camposanto por seis soldados republicanos. Su madre, que ya llevaba unos cuántos días en coma, cuándo él cayó enfermo, falleció finalmente tres días después y sería enterrada con su hijo. Sus últimas palabras apenas inteligibles fueron "Adiós, madre".
 
 
Yo os dejo, tras relataros esta agonía con un par de sus poemas, a modo de recordatorio de este grande de la literatura española que, curiosamente estudió muy cerquita de dónde yo trabajo.

Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.

Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

O el tan recordado:

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.


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