Y cuándo todos pensábais que iba a venir yo con un post político de los míos de siempre, de esos de los que no me gusta hablar en este blog, pero qué, por cuestiones de actualidad informativa es menester tratar, voy yo y os sorprendo de nuevo con un post genial a la par que íntimo y tierno sobre el café con leche.
Efectivamente, todos pensábais que iba a aprovechar este pequeño espacio para meter mi pulla hacia la señora Botella, a la sazón alcaldesa puesta a dedo que se metió en el berenjenal de los Juegos Olímpicos sin saber bien dónde se metía, y cuyo resultado fue el pasado sábado con esa elección de Tokyo para las Olimpiadas de 2020. Pues bien, aunque yo me he reído muchísimo con el "relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor" y el resto del discurso, a favor de esta señora tengo que decir que le ha puesto muchísimas ganas, y que le ha echado un par de huevos por dar un discurso en inglés sin tener ni pajolera idea de lo que decía. Una lástima, también os lo digo. Aunque mi dedo acusador apunta directamente al Gobierno pues varias de las preguntas que hizo el Comité Olímpico Internacional apuntaban a la política de lucha contra el dopaje, y es que algo desde arriba no se está haciendo bien, y también acuso al Comité Olímpico Español por la patética presentación del proyecto de Madrid. Hombre, poner a personalidad tan insigne como la Botella para hacer una presentación turística de la ciudad no creo que sea lo ideal para unas Olimpiadas, más bien sería perfecto para una Exposición Internacional de Turismo. ¿Veis? Ya me habéis liado con esto, y es que me tiráis de la lengua y luego no puedo ponerle freno.
Lo decía D. en sus últimas palabras conmigo por una de esas aplicaciones del demonio de mensajería instantánea que no son de cancaneo o por el facebook concretamente antes de disolverme definitivamente como amigo, me deseaba lo mejor en la vida y que fuese feliz que me muriese en Madrid del aburrimiento y solo, sin nadie. Chuchis, voy a darle una alegría, ya os lo anticipo. Aunque la vida de opositor es dura y permite pocas alegrías para el cuerpo y la mente, se echa de menos ese momento de descanso para relajarse que en su momento tuve cuándo opositaba en Galicia. Si, me tomo mis descansos también, aunque me los tomo en casa, un poco de balcón, un poco de teléfono, algún que otro juego online de ordenador y un cafelillo de vez en cuándo, en casa, y si, solo. No quiero decir que sea un café solo, un café en solitario, a eso me refiero. Mientras yo disfruto de mi soledad. Siempre he sido un perro solitario, o más bien, un gato callejero.
Pero lo que me entristece es lo del relaxing cup auténtico. El placer de estar agobiado entre apuntes, salir de casa e ir al centro del pueblo a una cafetería y saber que allí te vas a relajar, despejar la mente totalmente de cualquier mal rollo que te traigas de casa, el disfrute de un café en compañía. Y no es que no me los tome, que también hay que agradecer el interés de aquellos que se han tomado algo conmigo estos últimos días, agradecerles que me hayan permitido sacar sapos por la boca, aburrirles con mi triste existencia los últimos años. A todos ellos gracias, no os imagináis la falta que me habéis hecho en estos momentos. Lo que me refiero es a los cafés de los buenos tiempos. Una cafetería con varias mesas ocupadas por tus amigos, unos más que otros, pequeños grupos, cinco minutos leyendo las noticias del periódico con unos, media hora echando una partida de tute con otros, la tertulia política en otra mesa, el grupito de cotilleos. Todos allí, en aquella cafetería, a todas horas, personal de repuesto. Siempre había alguien a cualquier hora del día. Te sentías el más importante del grupo, un nexo de unión entre ellos, y no eras más que uno más, valga la redundancia.
Hoy no queda nada de eso, no hay esa costumbre del café, los hay que vamos de vez en cuándo, con más o menos asiduidad. Otros muchos se han ido, otros están tan ocupados que no se pueden pasar, cambia el personal, cambia la vida, cambia todo, y como decía Pata Negra en su canción. Y pasa la vida igual que pasa la corriente. No, Madrid no es igual, está claro, es el lugar perfecto para pudrirse en un entorno hostil. Aunque ciudad hecha a partir de barrios, el café de toda la vida no es el café de mis amigos, el de mis reuniones, y quizá yo tampoco tengo la edad. Me quedo con mi balcón y la vida que pasa por él, lo disfruto y soy feliz con ello. Pronto volveré a Galicia a tomarme mi relaxing cup of café con leche.
Cuánta razón. Tengo una amiga que cada vez que volvemos a nuestra ciudad provinciana original está encantada porque quedamos mucho con los amigos a tomar cafés, porque eso ella en Madrid no lo puede hacer (quieras que no, el amigo más cercano vive a media hora). Los placeres de las pequeñas ciudades... aunque a cambio pierdes también lo bueno de la gran ciudad.
ResponderEliminar¿Y el ridículo que hizo tanto la señora botella como el resto de "oradores"?... ¡Eso no tiene nombre!.
ResponderEliminarSi me disculpas voy a relaxing cup of café con leche in te cafetería xD.
Salu2.
Jajjaja Pues jajajaja dos cosas con respecto a la botella jajajaja esa mujer tiene huevos! Jajaajaja y no conoce lo que es vergüenza ajena jajajajaja me pareció graciosísimo!! Hablando de café, no tenias tu un lugar favorito donde pretendías a un mozo?? Que fue de el?? Es el mismo lugar??
ResponderEliminarA medida que vamos cumpliendo años y nos vamos forjando un pasado, es inevitable sentir, de cuando en cuando, que cualquier momento pasado fue mejor, aunque casi nunca sea cierto.
ResponderEliminarYo me vine a vivir a Madrid hace ya algo más de 10 años, siendo casi un crío. Antes vivía en una ciudad pequeña (menos de 100.000 habitantes), que es donde nací y crecí, y donde me lo dejé todo cuando vine. Uno siempre piensa que las cosas siempre seguirán allí como estaban, esperando a que vuelvas de visita, pero luego todo cambia y te acabas sintiendo un extraño.
Y es verdad que se pierden muchas cosas en este viaje, algunas son bastante evidentes, otras sorprendentemente extrañas, cosas que nunca pensarías en echar en falta hasta que las pierdes, como el olor del mar, o el ruido de las gaviotas por la mañana. Pero también se gana mucho a cambio.
Madrid tiene un capital humano fantástico, quizás su mayor riqueza sea esa, aunque seguramente para ti ahora no sea ahora un buen momento para apreciarlo. Sin embargo todo llegará sin duda.
Pero aún más que todo esto, creo que la mayor ventaja que ofrece esta ciudad, es la de permitirte ser libre. La oportunidad de de decidir, de poder elegir la persona que quieres ser. En mi pequeña ciudad de origen, bajo la presión de las opiniones y las expectativas ajenas, yo nunca hubiera podido elegir mi vida, o si, pero habría sido durisímo afrontarlo. Esta libertad que siento aquí no la cambiaría por nada.
Lo que si cambio es el café. En el starbucks de Shibuya ( Tokio ), ponen unos buenísimos y con unas vistas espectaculares al famoso cruce. Encima están mejor de precio. La boba de la Botella hizo el ridículo hasta en eso.
Abrazos