Creo que algo está cambiando para mi. Se me está saliendo del cuerpo este agobio que tenía últimamente, sonrío mucho más, pongo más música en mi teléfono, y también follo más. No sé que más se puede pedir. Pero debe haber algo en mi subconsciente que todavía no funciona del todo bien. Otra vez un sueño de estos que creo que me están indicando algo, aunque no tengo muy claro el qué, porque así os lo voy a decir como si nada, he tenido un sueño erótico con mi compañera de trabajo.
Lo realmente extraño no es tener un sueño erótico. A fin de cuentas, sueños eróticos tengo de vez en cuándo, no con tanta asiduidad como me hubiera gustado, pero lo de que sea mi compañera de trabajo es lo que me ha sacado de mis casillas. Mi compañera de trabajo tiene ya una edad, próxima a los cincuenta años, aunque está muy bien para la edad que tiene. Ya me gustaría a mi conservarme así de bien, pero casi podría ser mi madre.
El caso es que el sueño fue extrañísimo. No sé dónde, ni por qué, pero me la encontré y decidimos ir al cine. Yo muchas ganas de ir al cine no tenía, y es algo ya más raro todavía, porque aún me lamento del tiempo perdido cada vez que he tenido ganas de ir al cine y alguien no ha querido acompañarme. En esta ocasión era yo el que no tenía ganas, pero ante su insistencia, decidí ir. El cine no era un cine normal, era un cine grande y vacío, con las clásicas butacas de terciopelo ese material que no sé cuál es, y en la parte trasera del cine había una especie de reservado un poco más apartado pero que permitía ver la película de igual forma. En la pantalla había un clásico del cine, y yo no recuerdo cuál era, pero se veía en blanco y negro. Quizá me haya influido algo el haberme puesto a ver escenas de Silvana Mangano moviendo las caderas al son del Negro Zumbón. Y allí que nos fuimos, yo inocentemente. Y ella insistentemente, y cariñosamente, que si el roce de una pierna, que si un brazo por aquí, por allí. que si un besito en la oreja, y al rato la tenía levantándose las faldas sobre mi regazo. Y hasta ahí puedo leer. Recuerdo todos los detalles, y también recuerdo un momento de cordura en el que le dije que era mejor parar, que éramos compañeros de trabajo, ella estaba casada y no estaba bien que tuviésemos nada entre nosotros, que mucho sentido no tenía. Y dicho y hecho. Ella insistió, claro, y es que yo en sueños soy irresistible. Pero me escaqueé, y no me preguntéis cómo, pero lo hice. A cambio, y ante las calenturas de mi compañera, decidí que lo suyo sería empaquetarle a alguien de su gusto. Y allí, entre las últimas butacas de la sala, un chico joven, con mi misma complexión, su barba, su pancita, y sus palomitas, se liaron, en aquella butaca dónde habíamos estado. No sé si ese chico era realmente yo, solo que ya vivía esa relación que yo ahora considero casi incestuosa desde la distancia. Por suerte, el despertador no tardó en sonar.
Claro, el conflicto lo tenía realmente cuándo me desperté. Porque ya no sabía con qué ojos iba a ver a mi compañera al entrar en el despacho. Entré, saludé sin apenas mirarla y me centré en la pantalla de mi ordenador. Pero pronto, su fragancia comenzó a llegar a dónde yo estaba sentado. Era tal cuál la recordaba en el sueño. Comencé a fliparme yo solo, ya os lo digo, y un nuevo punto de cordura en mi mente me hizo ponerme a mi tarea seriamente, olvidando prácticamente el sueño.
Doctor, ¿qué me sucede?
Los sueños, sueños son. ¿O quizá no? :D
ResponderEliminarNo sé. Llevo un par de meses de sueños agitados, extraños, que yo creo que son miles de mensajes, porque lo suyo sería que no recordase ninguno, como hacía normalmente.
ResponderEliminarBicos ricos
Los sueños tienen esa cosa injustificada que nos coloca en situaciones y entre personajes de lo más inverosímiles... Ya nunca la verás igual, eso seguro... Besotes.
ResponderEliminarDesde luego que no. Hoy me ha enviado un whatsapp y yo ya me temía lo peor, jajaja
EliminarBicos ricos