miércoles, 5 de febrero de 2014

La niña, a lo Pantoja

Dicen por ahí que Madrid es una especie de pueblo gigante, dónde todos se conocen, y parece cierto el dicho, porque esto no dejan de ser barrios dónde ves a la gente de todos los días, tu pescadero, tu quiosquero, el moro que corta el pelo y es del F.C. Barcelona, el tipo que se pasa todo el día en el bar de la esquina fumando en la calle, la señora alcohólica que pasea al perro todas las tardes, los niños ruidosos que van al colegio un par de manzanas más allá, el pollero buenorro, el chico que trabaja en la sauna, o el joven cartero que siempre viste con camisetas de fútbol. El caso es que pese a estar en el centro, conoces a la gente más o menos habitual, y como dicen tarde o temprano te encuentras a cualquiera, y ya no digamos en el ambiente.
  
Cuándo la niña dejó el piso, el verano pasado, tanto Gordi como yo respiramos aliviados. Yo pude descansar por las noches sin tener que aguantar como la niña estudiaba en alto, hacía sus ejercicios físicos, escuchaba a Bruno Mars (el que odia Damian) o ponía los dibujos animados a todo trapo por las mañanas. Gordi pudo recuperar su salón en el que ya no se sentía incómodo, redujo muy considerablemente la factura de la calefacción en el mes de julio y supongo, la niña también respiró algo aliviada de no tener que compartir piso con dos impresentables como podemos ser nosotros, dos chicos mucho mayores que ella y que aunque no lo parezca, aunque descuidados con algo más de sentido. Todos salimos ganando. La niña empezó a buscar piso por la zona, yo incluso escuché como hablaba con su madre y le contaba que había visto un piso un par de calles más arriba. Y sin embargo no la volvimos a ver. No la volvimos a ver hasta ayer.
Estaba la tarde gris y ya anochecía. Yo había terminado mis rutinas en el gimnasio que se encuentra en la azotea de un complejo de edificios públicos. Entre la sala de musculación y los vestuarios hay un pasillo largo, muy estrecho, unas escaleras un mini pasillo y un pasillo grande con unas amplias cristaleras dónde si estiras los brazos casi tocas la pared y la cristalera a la vez. Volvía sudoroso, secándome con la toalla, exhausto por el esfuerzo, y de frente, a unos 20 metros me encuentro una cara, cuánto menos, conocida. Y tanto, la muy puta de la niña, la que comenzó llamándose en el blog la niña y terminó llamándose la tarada, que según su madre era "especial", y tan especial. Ella salía del vestuario, con su teléfono en la mano y una mochila a su espalda. La hubiera reconocido a leguas, y ella supongo que a mi, porque su reacción fue arrimarse a la pared, poner el teléfono delante de la cara, y a medida que yo me acercaba, girarse hacia la pared y girarse más para que no le viese la jeta. Disimuló como pudo, a lo Ana Obregón, le comentaba, probablemente a su madre (la única que la aguanta) que acababa de salir del gimnasio. Preciso que ella no hace cardiovascular, solamente piscina, porque no coincidimos en ningún momento (por ahora).. Yo procuré intimidarla un poco en el momento del reencuentro, yéndome hacia ella, casi chocando, muy disimuladamente, para provocar un encuentro que no me apetecía pero que tampoco me hubiera importado, y quizá me saliese algún improperio por la boca.
Lo primero que hice cuándo salí del vestuario fue enviar un mensaje a Gordi. "Acabo de estar con una amiga tuya". Su mensaje de respuesta fue dubitativo "¿Una amiga mía, cuál?". Le dije que me la llevaba a casa que le apetecía mucho verle, pero que encendiese la calefacción, que seguramente tendría frío. Al momento se dió cuenta de quién le hablaba, su respuesta fue "no, si fue casi tu mejor amiga, intimasteis más, si casi llegáis a las manos, pero ¿Qué hace esa ahí si está en los huesos?" El pánico cundió cuándo le dije que estábamos llegando a casa. En cuanto abrí la puerta lo primero que dije en voz alta, para meterle el susto en el cuerpo a Gordi fue un "mira quién está aquiiiiií". Asomó ligeramente la cabeza por la rendija de su puerta, había palidecido, y probablemente perdido algún que otro gramo solo del miedo. Era una broma, claro está, aunque una broma sencilla pero de muy mal gusto. Yo soy así, muy bromista.
Un asco verla, así os lo digo. Una desagradable sorpresa. Y muy pocas ganas de volver a encontrármela. Pensé que con su ida del piso sería suficiente. Al menos así lo pensé cuándo con una llave borré su nombre del buzón de correos el día antes de que se fuese. Tendremos que vivir con ello, y es que lo que yo os decía, Madrid no deja de ser un lugar más pequeño de lo que parece.

10 comentarios:

  1. Joder, también ya es demasiada coincidencia jajajaja... Lo de la broma a Gordi fue bestial jajajaja.

    Salu2.

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    1. Pues mira, volvimos a coincidir ayer, ella va los miércoles, ayer ella salía y yo entraba, y no me vio de milagro.

      Bicos Ricos

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  2. Pobre Gordi... ¡Como le metes esos sustos!.

    Un abrazo chiquitín !!.

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  3. Lo mismo pasa el Lima, es un pueblo, donde siempre te encuentras con....los mismos.

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    1. Lo que es el barrio es relativamente pequeño, y el centro, en general también, yo no sé cuánta gente vivirá aquí.

      Bicos Ricos

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  4. Huy, a esta no la recuerdo yo, igualmente estuvo con vosotros en mi ausencia blogueril.

    Bicos.

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    1. Esta fue la impresentable del año pasado, pero muy impresentable, casi llegamos a las manos. Ahí la dejé un día sin internet castigada por estudiar toda la noche en alto en la pared de al lado de mi cama.

      Bicos Ricos

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  5. ¿Pero ejque quieres que a Gordi le de un infarto?

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    1. Tampoco estaría mal, y que se cuidase el colesterol un poco.

      Bicos Ricos

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