No gano para disgustos, así os lo digo, y todo por la historia de Fabián, mi exnovio imaginario. Y que conste, que aunque lo he tenido en mente en muchas ocasiones estos días, en esta ocasión él no ha tenido nada que ver con mi pesadilla, es más, Fabián no sabe nada.
Volvía yo del gimnasio, cansado pero con adrenalina suficiente para ponerme a lavar a mano la ropa de deporte que estaba sudadísima, porque otra cosa no, pero yo lo de la operación bikini 2017 me la tomo muy en serio, y una dejadez en este sentido podría significar no recibir una invitación para subirme en una carroza del Orgullo de Madrid en 2017, año en el que coincidirán el Europride y el World Pride, vamos, el epicentro LGTB del planeta, y nos quedamos cortos, no habrá provinciana que no quiera estar aquí presente, y yo tengo que lucir mi torso sin camiseta, claro que, me queda mucho entrenamiento todavía. Eso si, volvamos al tema que nos trataba, que tenía a Pimpf frotando las prendas del gimnasio con detergente de lavar a mano. Ahí fue cuándo sonó mi teléfono.
Un número sin grabar en mi agenda, con la música horrible que les tengo yo a las llamadas entrantes que desconozco, así que como pude, me sequé las manos en un paño que tenía cerca y cogí el teléfono. Una voz masculina que yo no lograba distinguir al otro lado de la linea:
- ¿Hola? ¿Pimpf?- dijo no sin cierta desconfianza
- Si, soy yo, ¿quién eres? - contesté intrigado pues por el tono de voz había descartado que fuese un teleoperador de cualquier compañía que te intentan a veces hasta ofrecer un producto que ya tienes, de su misma compañía.
- Soy Enrique, el exchico de tu exnovio imaginario.
Enrique |
Y me quedé un poco en blanco, pensando qué querría de mi el exnovio imaginario de mi exnovio imaginario, el desalmado que no hacía mucho lo había dejado plantado y con una pena que al contármelo se le caían los lagrimones (imaginarios, claro). También me intrigaba saber de dónde había sacado este Enrique mi teléfono, que no es el imaginario, es el real, así os lo digo. Que si podíamos tomarnos un café juntos, fue lo que concluyó en lo poco que hablamos. Le dije que no tenía nada que hablar con robahombres imaginarios, me despedí amablemente (y muy falsamente) y le colgué el teléfono. Claro, y esa noche ya no pude dormir tranquilo. Di cincuenta vueltas en la cama, se me pasaba la imagen de mi Fabián llorando como una magdalena sin saber muy bien por qué lo había dejado su chico imaginario turolense, y por otro lado, que a mi no me gusta nada hablar de mi vida privada, pero de la de los demás tampoco me importa mucho, y necesitaba encontrar respuestas para mi Fabián, y saber qué era lo que había motivado a Enrique a dejarlo. Al día siguiente llamé a Enrique, no había grabado su teléfono pero su número imaginario había quedado imaginariamente grabado en mi teléfono. Accedí a desayunar con él.
Y ahí estaba yo a las pocas horas, en el lugar convenido, un café para modernas de mierda. Y ahí estaba frente a frente con Enrique, el hombre que me había robado mi sueño en dos ocasiones, al llevarse a mi Fabián y esa noche. Él estaba muy elegante, unos vaqueros y camisa blanca, y ya se sabe que ese es el ideal de machombre que muchos buscamos, el clasicazo de camisa blanca. El camarero, me veía hablando solo en la cafetería y me estaba tomando por zumbado. La conversación con Enrique fue mejor de lo que yo pensaba, muy amable, como me lo había descrito Fabián. Hablamos de Fabián, de como se conocieron imaginariamente, de sus estudios de historia, incluso me enseñó un par de tatuajes que tenía, y me advirtió que tenía algunos más ocultos, hablamos sobre la existencia de Teruel, y le comenté que era un doblemente incomprendido, por ser turolense y por ser un ex imaginario de un ex imaginario, y por fin, sacando yo mi vena cotilla, centré la conversación en su ruptura, porque a fin de cuentas, estaba allí para sacarle información, para poder tranquilizar a mi Fabián, y me explicó que no había muchos motivos detrás de la ruptura realmente, que eran dos mundos diametralmente opuestos, que mi Fabián no hacía más que tener congresos médicos y que él, pese a ser modelo y estar buscando trabajo en algo relacionado con la historia, lo que necesitaba era algo como él, super tranquilo. Y añadió que yo también era super tranquilo. En ese momento me pasó su mano por encima de la mía, rozándola levemente. Instintivamente la aparté, ante la atenta mirada del camarero con barba hipster que no me sacaba el ojo de encima.
Y ahí se desarrolló todo el drama mundial cuándo Enrique me confesó que yo, Pimpfito era realmente el hombre de su vida, que se había acercado a mi Fabián solo para tener más referencias mías. Se había enamorado desde siempre hasta las trancas y me había puesto a mi en el mayor de mis compromisos imaginarios de mi vida imaginaria.
PD.: Hoy se celebra el día mundial del teatro, y como veis, mi historia totalmente imaginaria no es más que eso, teatro, puro teatro.
Jajajajaja, y yo que me lo había creido chiquitín.
ResponderEliminarUn abrazo.
¿Te vas a liar imaginariamente con el exnovio imaginario de tu exnovio imaginario? Oyoyoyoyoyyyyyyyyyyyyyyyy...
ResponderEliminarPues... si es ficción es muy buena... pero si imaginariamente fuera real suena TRAMPA del ex del ex, o esa canción de Objetivo Birmania... los amigos de mis amigos son amigos uh... Vaya lio....jujujuju
ResponderEliminarComo diría el Robot de Will Robinson en perdidos por el espacio, Alerta, Alerta Will Robinson!
Y que real resulta cuando se piensa o se relata....que te quiten lo bailao...Besotes.
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