miércoles, 12 de octubre de 2011

La tía Cleta

La tía Cleta no se llama tía Cleta, ni Anacleta ni nada similar, aunque tiene un nombre de estos de señora mayor que es un nombre muy feo y muy llamativo, pero la llamamos también por sus últimas dos sílabas de forma cariñosa, ni tampoco es mi tía, es la tía y madrina de mi padre.

Yo me crié en un barrio de mi pueblo, distinto al que es actualmente mi residencia, desde hace ya unos cuantos años, en una casita antigua muy modesta por no decir pobre o paupérrima, con unas arañas como centollas y con unos ratones a los que "alimentábamos" con pequeñas trampas ratoneras, los veranos eran un suplicio, pues, sumado a que no siempre había suministro de agua y no por falta de pago si no por estas cuestiones del atraso económico que históricamente ha padecido Galicia, y también sumado a una plaga de hormigas que no había verano que no hiciese que tuviésemos todos los alimentos rodeados de agua y bien a cubierto. Éramos pobres, humildes y felices. Frente a mi casa había una casa de tres pisos, con muchos lujos, la de la tía Cleta que se dedicaba al alquiler de los pisos en los veranos, y vivía con su marido, y sus hijos, todos marineros en tiempos en los que ser marinero significaba tener dinero. Yo para la tía Cleta siempre fui como un nieto, el nieto que sus hijos solterones se negaron siempre a darle, y para la hija de la tía Cleta yo era "el niño" con el que experimentaba para lo que luego le vendría a ella, la maternidad, era pues, el niño de mi casa, de la casa de la tía Cleta, y de varias casas de vecinos porque yo no paraba nunca en casa y era más fácil encontrarme en la calle que en mi propia casa.

A Pimpfito le encantaba irse los viernes noche a dormir a casa de la tía Cleta, momento que algunas veces aprovechaban mis padres para salir al único pub del pueblo para gente de su edad, y casados. ¿Gente de su edad? Mis padres tendrían aproximadamente entre 22 y 25 años, no más, pero eran otros tiempos. En la casa de la tía Cleta no había muchos divertimentos para niños, pero siempre el tío Tino, su marido cada vez que volvía de una marea, aproximadamente cada seis meses le traía algo a su "nieto". Pimpfito se deshacía en abrazos y besos hacia su tío Tino. Los meses que el tío Tino no estaba, los más, la casa de la tía Cleta era muy solitaria. Pimpfito se divertía muchísimo haciendo reir a la tía Cleta, su peculiar risa, unida a esos dos dientes de oro que siempre mostraba le hacían reir sin fin. Otro de los divertimentos de Pimpf era pedir a la tía Cleta "que hiciese eso de los dientes". La tía Cleta despegaba su dentadura postiza y la movía en la boca ante la atenta mirada de un niño que era un ignorante en el mundo de los dientes.

La tía Cleta todavía vive, que a mi no me gusta hacer solamente homenajes a los personajes que ya no están entre nosotros. Está cascada, no os vayais a pensar, que con ochenta y pico años la edad y la vida dura que esta gente se ha pasado hace mucha mella. La tía Cleta se quedó viuda medio año después de abandonar yo el barrio aquel, y ya con una nieta, había dejado de ser el "niño" de la casa, pero siempre me han tenido mucho cariño. No había boda de la familia en que no me sacase a bailar los temas más casposos del mundo, aquellos de su época con el tío Tino, de cuando eran novios. Ahora pierde mucho la memoria, dice que se acuerda de mi, pero no lo sé, disimula muy bien y es cosa de familia, me reconoce, creo, pero se le olvida todo muy pronto. Dentro de poco, quizá cuando la tía Cleta recuerde cosas de hace unos años aunqeu olvide las de los últimos minutos, quizá vuelva a ser por unos días "el niño de la casa".

Bicos Ricos

7 comentarios:

  1. Que bonito que la recuerdes y espero que te pases a verla siempre que vayas al pueblo. Mi "tía Cleta" es mi abuela y como he vivido casi siempre con ella es alguien muy importante para mí y el día que me falte una parte mía se irá con ella.

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  2. Vaya, te salió la morriña gallega...

    Seguro que todavía sigues siendo si niño, aunque seas ya tan mayorcito. Y calces esa polla que calzas, claro.

    Qué bonitooo.

    Besos y agur

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  3. Una de las ventajas de vivir en un pueblo es tener una "familia" más grande de lo habitual, pues todos los vecinos se comportan como si lo fuesen. Un especie de comuna vecinal.

    Los que nacimos en ciudad grande crecimos sin conocer siquiera al vecino del quinto, y la familia eran unos primos que vivían lejos.

    Bonito recuerdo

    Un beso (familiar)

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  4. Las arañas como centollas me hicieron reír y a la vez temer jajajaja, que bonito que hagas este homenaje (que jamás verá, pero tiene su gesto bello que sea así también) estando aún viva, yo apenas comencé a leer creí que la Tía Cleta ya estaba en otro plano, pero no, jejejeje, Pimpfito debió ser un diablillo jejejeje. Cariños Pimpf.

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  5. pues qué triste la pérdida de memoria, no? Dicen que cuando un anciano muere una biblioteca cierra sus puertas, pero desgraciadamente a veces la biblioteca cierra antes que el edificio amenace ruina...

    Oye, que yo de niño también he ido algún verano a tu pueblo y he tenido que patearme mis dos kilómetros en busca de agua a la fuente, como si viviéramos en Zimbabue o algo así, jajajaja. Ay que ver cómo hemos cambiado para seguir igual, jajaja, ya sabes que amenazan con restricciones de agua a partir de finales de este mes si no se pone a llover en condiciones?

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  6. O a lo mejor cuando la Tía CLETA pierda la memoria, puede leer este homenaje, y entonces se emocionara viendo cuántas cosas recordada su "niño" de su querida tía... muy bonito, de verdad, yo no soporto a los niños, ni propios (no los tengo, jejejeje) ni ajenos (absténgase nadie de dejarme sus niños), pero las personas mayores me dan sentimiento, para ellos mi servicio y mi paciencia son infinitos...

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  7. Que lindo, y más que le hagas el homenaje en vida, di que si. Me hiciste recordar que de pequeño me gustaba quedarme a dormir los viernes con mi abuela, porque me hacía tortilla de patatas y luego me ponía en sus piernas y me acariciaba la espalda, que es lo que mas me gusta de este mundo. Que bello.

    Un beso

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