Fabián odia a Norman Foster

Este fin de semana, con lo de la ola de frío esta que se nos vino encima, pero que no dejó un solo copo de nieve, Fabián estaba empeñado en que la mejor forma de pasar el fin de semana lo más caliente posible era estando juntos los dos, claro, lo que yo no contaba era que en la casa de fabián se estropease la calefacción y que su invitación no era para que me fuese con él si no para venirse él conmigo, a mi piso que es muy calentito, pues Gordi se ocupa siempre de que tengamos la temperatura perfecta. Así que no lo dudó ni un instante y al momento me dijo "pues yo, cari, en dos minutos me planto en tu casa, con una mochila de fin de semana, y aprovechamos que Gordi no está para hacer nuestras cosas". Me hizo una ilusión tremenda, soy así de inocente, y a mi todo este super detalle me encantó.

No era ni la hora de la siesta y nada más salir del trabajo estaba Fabián con una barba de dos días llamando a la puerta, tan guapo como siempre y nos fuimos a mi camita de 105 a dormir arrejuntados. No quería estropearle su ilusión, pero no me quedó más remedio cuando despertó que bajarle de las nubes, le dije que Norman Foster estaba el fin de semana, y que últimamente se los pasaba enteros en el piso, y lo que es peor, acompañado. No tardó en llegar Norman Foster y pronto nos lo cruzamos por el pasillo cuándo íbamos a preparar la merienda, con su sudadera con la capucha puesta por el pasillo, tal cual un espectro de un monje siniestro de esos de película de terror. Pero para película de terror lo que nos encontramos en la cocina. Yo lo he llamado cocina por decir algo, grasa por todos lados, platos, tazas usadas, cubiertos, todo sin lavar. Puse cara de inocente, o cara de paciencia. Fabián mi miró extrañado, le comenté que siempre que pisaba la cocina Norman Foster era igual, que hasta el mismísimo Gordi estaba asustado con él.

Fuimos a darnos un paseo, al frío, a tomar un café en un lugar céntrico de Madrid, al volver seguía Norman en casa, Norman y su novia, con sus pantalones de baloncestita puestos, estaban en la habitación, no había duda, el sonido de los muelles de su cama eran un indicativo, eso y los gemidos americanos de la chica. Estaban haciendo el amor por decirlo de una forma fina. Fuimos a preparar la cena, y al entrar en la cocina, había ya una pila de sartenes, platos, cazuelas, vasos secándose, otro tanto en el fregadero esperando ser lavados. Fabián puso cara de mosqueo y me dijo que lo mejor sería que llamásemos al chino y que nos trajesen algo. La noche fue una sucesión de orgasmos americanos en la habitación de al lado, y mi Fabián que no podía dormir, y que un novio imaginario no pueda dormir tiene tela, os lo digo ya. 

El sábado la cosa no mejoró, si había posibilidad de que hubiese más loza por fregar y hacer montañas de secado esa probabilidad se había cumplido. Fabián amaneció ojeroso, de mal humor. El resto del sábado fue igual que el viernes, entre sexo americano y cocina hecha un asco. El domingo mi Fabián estaba ya enfadado, durante la noche, y para poder dormir había dado un par de golpes en la pared aunque ni con esas los gemidos decrecieron. Decidimos que por el bien de nuestra salud y de nuestra relación el resto del domingo lo pasaríamos en su casa, abrigados con mantas y follando toda la tarde, para entrar en calor. 

Su sorpresa fue al llegar al edificio, cuando el portero nos saludó y le comentó que los problemas de calefacción se habían solucionado el mismo viernes. Y es que ni siendo imaginario un novio consigue ser feliz al cien por cien, claro que lo que nadie le quita es haber pasado un fin de semana romántico conmigo, casero pero romántico.

PD.: Para aquellos que comentan que no saben quién es Norman Foster, hay más de un post dónde hablo de él, uno de mis compañeros de piso.