Un Cumpleaños

Y ya van ..... ufff, ya van unos cuantos, pero las divas, las grandes divas quiero decir no decimos nunca nuestra edad, y no por nada en especial, que podríamos decirlo tranquilamente, es solo para que hablen y especulen sobre nuestra edad. Ya se sabe, que hablen de uno aunque sea para mal.

 

Pues como os vengo diciendo, un 22 de octubre de un año que, por razones obvias no recuerdo, vino al mundo el mejor bloguero que jamás os hayáis imaginado, y aún por encima, madrugador, a las nueve menos cuarto estaba ya soltando mis primeros lagrimones. Los primeros digo, porque luego sería algo muy habitual en mi, y ya no digo a edades tempranas, que a veces lo sigo haciendo, y es que las grandes divas, como os vengo diciendo, también somos humanos. El caso es que los primeros meses no paré de llorar, era hambre en todo momento y mis berridos eran directamente proporcionales a las ganas de mis padres de asesinarme. Un poco tarde para arrepentirse de haberme traído al mundo ¿no creéis?

 

Yo no tengo consciencia de haber celebrado ningún cumpleaños de forma especial. Creo que he nacido en una crisi constante, y en un mundo de austeridad, aún en los años buenos, aún siendo hijo único (en su momento). Nunca hubo un cumpleaños especial, ni una piñata. ¡Uy, piñata! ¿eso qué es? Bueno, he tenido amigos que sí la han tenido, por eso sé lo que es. Eso si, aún sin celebraciones recuerdo regalos el día de mi cumpleaños desde muy pequeño. Y esto de los regalos porque si, un día cualquiera venían que ni pal pelo, porque era un pequeño anticipo de lo que serían los reyes, austeros también, claro. Así, recuerdo de regalo unos soldados minúsculos de puro plástico que asomaban por aquellos gigantes precipicios que eran los muebles del salón. Un salón también austero, no os puedo engañar, y de hecho, y esto dará para más de un post, tuve una infancia de niño pobre. Bueno, de niño pobre tampoco es la palabra, de niño austero, sin grandes lujos, en una casa casi en ruinas, con un suelo de madera que te permitía vigilar a la vecina de abajo, una infancia dónde uno de los pasatiempos favoritos era buscar en las esquinas pedazos de queso que estaban en una trampa para ratones, porque otra cosa no, pero los ratones de la Cenicienta de Disney, al lado de lo que había en mi casa era una menudencia. Pero no solo eran ratones, las arañas eran grandísimas, y de todo tipo, y todas entraban por las ventanas desde la huerta que daba a la parte de atrás de la casa. Las telarañas parecían el atrezzo perfecto para Halloween, claro que, en aquella época no existía esta fiesta. Pero, antes de que me volváis a despistar, estaba hablando de los regalos, de los soldados de plástico y también de los indios y vaqueros que en puro plástico también caían de vez en cuando.

 

Bueno, no todo van a ser quejas, que mi madre siempre se ha esforzado por hacer tartas de cumpleaños, y como tiene muy buena mano para los postres, sobre las tartas no ha habido nunca queja, pero vamos, que ni una bolsa de patatas fritas (patatillas para los gallegos) para celebrarlo. Y lo que es amigos revoloteando por la casa, mucho menos. Así que, cuando tuve una edad empecé a celebrar los cumpleaños por mi cuenta, ya en edades en las que uno en lugar de celebrarlo con tartas y patatas fritas lo hace con una botella de lo que sea (porque los chicos de antes el botellón lo hacíamos con glamour, y nada de Don Simón con cola). Así fueron los primeros cumpleaños de la historia, y llegó un momento, cuando uno se va haciendo mayor, en que los cumpleaños se van celebrando con alguna cena, alguna empanada, regalos de tus amigos por todos lados o también años en los que se alquilaba un local para celebrarlo.

 

Pues todo eso ha pasado a la historia, ya no estoy para celebraciones, vuelvo a esa austeridad original. Ahora el cuerpo me pide cosas más tranquilas, ver el facebook y leer las felicitaciones que me van dejando por allí, lo mismo digo con el teléfono, y es que con los medios modernos que tenemos es muy fácil que la gente no se olvide de cuando estás de cumpleaños, aunque yo, también os lo digo, soy bastante desastre acordándome de los cumpleaños, aún leyéndolos. Sin regalos, sin comilonas, sin cenas, sin amigos, pasaré un cumpleaños similar al del año pasado, tranquilo en casa, sin ruidos, recordando aquellos años en los que te hacía muchísima ilusión cumplir años. Pues bien, que sepáis que a las grandes divas nos da igual estar de cumpleaños, porque nunca tenemos los años suficientes como para sentirnos mayores. Eso si, lo haré con un agradecimiento, agradecer a la vida el poder estar un año más aquí, y con el deseo, de poder estar el próximo año contándoos como es un cumpleaños, austero, claro.

 

Bicos Ricos