Jarabo, tras asesinar a Félix López Robledo en la tienda Jusfer la mañana del 21 de julio de 1958, se dirigió trajeado a una tintorería de la calle Orense 49 de la que era cliente asiduo. Llegó y pidió al dueño dos favores, el primero una corbata, pues la suya se había manchado y la segunda, que le guardase un maletín dónde estaban las armas del crimen, añadiendo que volvería por allí para llevar un par de trajes.
Cuándo Jarabo estaba en la tintotería ya había sido descubierto el cadáver de Félix López, que había alertado a la policía de su ausencia. Jarabo volvió a las dos del mediodía tal y como había prometido, pidió su maletín, y de él sacó dos trajes, uno para planchar y otro, gris claro para lavar, éste último con manchas oscuras, unas manchas que estaba claro eran de sangre. Dijo que las manchas se debían a una pelea que había tenido con unos americanos en uno de los locales que frecuentaba del centro de Madrid. La curiosidad sobre lo que contenía aquel maletín y la sangre alertaron al lavandero.
Jarabo ya con dinero en sus bolsillos como no había tenido en meses fue a recoger un traje que había empeñado, y se pasó el resto del día de juerga, comió con un amigo venezolano y tuvieron una larga sobremesa de alcohol. A esa hora eran descubiertos también los cadáveres de Emilio Fernández, Amparo Alonso y su criada Paulina Ramos en la calle Lope de Rueda. Jarabo continuó con su juerga por todo Madrid, en distintos locales. El día 22 de de julio, a las siete de la mañana, Jarabo aparecía en el Bar Azul, situado en la calle San Bernardo 40, muy próximo a la Calle Antonio Grilo también conocida por tristes sucesos y muy próximo todo a mi lugar de trabajo, y a la zona dónde vivo. Allí Jarabo conoció a dos mujeres, Juana Aguado, soltera de 45 años y Amparo Pérez también soltera de 21, con las que pretendía terminar su particular fiesta montándose un trío con las dos mujeres, a las que convenció y con las cuales recorrió parte de Madrid, buscando habitación para tres por distintas pensiones del centro de Madrid.
La noticia del cuadruple crimen había ya recorrido todos los lugares de la ciudad, en prensa aparecían fotos de los asesinados y esto puso en alerta al dueño de la lavandería que acudió rápido a una comisaría para denunciar que un cliente suyo había llevado allí un traje ensangrentado, con la sospecha de que quizá pudiese ser del mismo crimen. Estaba en lo cierto. Acompañó la policía al dueño de la lavandería a su local, para comprobar el traje lleno de sangre y el contenido del maletín, que albergaba dentro las armas del crimen. Jarabo había dicho que se pasaría por allí a recoger el traje a las dos del mediodía. Cansado y resignado de no encontrar habitación, Jarabo ordenó a un taxista que lo acercase hasta la calle Orense 49, a recoger el traje, iba acompañado aún con las dos chicas. Entró en la lavandería y un policía se acercó al taxi para cerciorarse de la identidad de Jarabo, el taxista pensaba que se trataba de un médico, el doctor Valmaseda como mostraba una de sus identidades falsas, sin embargo una de las chicas dijo que era "un tal Morris". En la lavandería esperaban dos policías más que apuntando a Jarabo, el cual ofreció alguna resistencia, terminaron deteniendo a nuestro asesino.
Poco después sería juzgado ante una gran expectación. En la puerta de los juzgados numerosas fans del asesino elegante. El juicio duró 8 días y 14 sesiones, con una sala siempre abarrotada, y tras el juicio fue condenado a cuatro penas de muerte por cuatro robos con homicidio, dos delitos de tenencia ilícita de armas, otro por uso de identidad falsa y otra por falsificación de documentos. Los crímenes fueron considerados con los agravantes de alevosía, nocturnidad y premeditación, y los de las mujeres también por desprecio del sexo. En el juicio Jarabo se mostró como era él, un auténtico español elegante y un poco charlatán, contando versiones poco creíbles sobre los hechos.
Solo quedaba aplicar la pena de muerte...
Qué tío, nunca perdió su compostura... Como decía el prefacio de un libro sobre asesinos en serie en España...."La desventaja de la víctima es que no sabe que está a punto de serlo"... Besotes.
ResponderEliminarUhm, la verdad, que con lo morboso y gore que soy no sé por qué no me he leído todavía nada sobre asesinos en serie reales, por el momento, solo de Dexter.
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Hasta los buenos asesinos cometen errores, el tal Jarabo nada tenía que hacer regresando por el maletín.
ResponderEliminarSaludos.
Lo cierto es que Jarabo fue un asesino grande, cuatro en dos días, pero su capacidad para no ser cogido.. yo creo que la tenía muy mermada.
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Yo una vez quise hacer una serie de GRANES CRIMINALES GAYS pero luego lo dejé, porque al final todos los artículos inciden en su homosexualidad, en su infancia de madre alcohólica y padre ausente, toda una serie de tópicos homófobos, que lejos de incidir en la personalidad del criminal, se quedaban en la cuestión de su sexualidad, como justificando sus desviaciones criminales por causa de su orientación... así que desistí. En tu caso, este JARABO a venido a instruirnos sobre la historia negra de ESPAÑA, que la hay, y mucha y abundante.
ResponderEliminarUhm, se merece un post especial Andrei Chikatilo, creo que el mayor asesino en serie de la historia, o el segundo mayor, que le gustaban mucho los chavalines jovencitos, y también las jovencitas, no distinguía demasiado...
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